¿Viste alguna vez esta imagen? Es conocida como el árbol blanco del “Señor de los Anillos”. En el escrito de J. R. R. Tolkien representa la esperanza y la conexión profunda con la herencia de ese pueblo y el llamado a su renacimiento. Este árbol puede ser una imagen de nuestra vocación docente. En medio del invierno, puede parecer que está medio seca, pero la diferencia entre el árbol seco y el que florece en la primavera, está en las raíces. Aunque por fuera se vean iguales.
Quizá por eso el Papa nos dice: “Creemos que la educación es una de las formas más efectivas de humanizar el mundo y la historia. La educación es ante todo una cuestión de amor y responsabilidad que se transmite en el tiempo de generación en generación”. Nosotros diríamos que se transmite en el tiempo a través de las raíces.
¿Cómo están nuestras raíces? Nos encontramos en el mes de agosto, más de la mitad del camino recorrido, pero queda mucho por andar hasta diciembre. Ya empezamos a sentir los síntomas del cansancio. Parece que “todo sigue igual de bien”, pero a veces en lo profundo de nuestro corazón la verdad no resplandece como en el primer tiempo, y me voy cerrando sobre mi propio yo. El mes de agosto no solo trae un invierno por fuera, a veces también lo trae por dentro. ¿Y cómo lo hacemos? Vayamos a las raíces y encontramos al Señor esperándonos para renovar nuestro fervor por la verdad, por volver a asombrarnos de la creación, por esa obra de misericordia que es enseñar, por descubrir dentro al que hace nueva todas las cosas.
¿Y cómo lo hacemos? En este mes la iglesia nos enseña a seguir los pasos de María, el 15 de agosto, con la solemnidad de la Asunción. La Virgen es elevada al cielo, es una de nosotros que recibe las gracias de la resurrección de su Hijo y nos muestra hacia dónde vamos; una felicidad que no tiene fin. Al contemplar a María vemos a Cristo resucitado en el cielo esperándonos. Queremos que todos se salven y encuentren en el aula ese espacio para elevar la mirada a las verdades de cada ciencia y a la Verdad que nos hace libres. Que en la Asunción de María se eleven también nuestras almas.
¿Y cómo lo hacemos? con fe, Él es la verdad misma, por la fe nos entregamos entera y libremente a Dios en nuestros alumnos. La enseñanza es la obra de nuestra fe en Él. Este mes nos deja como modelo a San Pío X, por eso el 21 de agosto es el día del catequista. En un colegio católico todos somos catequistas, todos buscamos que el Evangelio resuene en nuestras aulas. San Pio X vivió un tiempo de muchas tormentas. Sin embargo en medio de la tempestad no dejó nunca de mirarlo al Señor que parecía dormido en la barca, y su pontificado fue de los más fecundos. En la tempestad, hay que mirarlo al Señor, por eso él fue un gran promotor de la eucaristía a los niños. Afirmaba: no es un premio sino una medicina. También nosotros necesitamos de esta medicina para llevar la fe a nuestros hermanos.
¿Y cómo lo hacemos? con pasión por la inculturación, llevar el Evangelio al corazón de la persona, la persona al corazón del mundo. Agosto termina con Santa Rosa de Lima, un fruto maduro de este árbol que es la evangelización de la Iglesia en América. Junto con San Martín de Porres, San Juan Macías, Santo Toribio de Mogrovejo, y tantos otros nos dejan un camino para que el árbol de nuestra cultura fundacional vuelva a florecer.
Dice el Papa: “El valor de nuestras prácticas educativas no se medirá simplemente por haber superado pruebas estandarizadas, sino por la capacidad de incidir en el corazón de una sociedad y dar nacimiento a una nueva cultura. Un mundo diferente es posible y requiere que aprendamos a construirlo, y esto involucra a toda nuestra humanidad, tanto personal como comunitaria”. Que nuestra Santísima Madre, San Pío X y Santa Rosa, nos muestren el camino para el renacer de nuestras patrias en Cristo.
Padre Miguel Rayón
Asesor Eclesiástico de la Red Educativa Fasta