“Querídisima hija – respondió Aslan… ya sabía que no tardarías en venir a mí. Bienaventurada seas… A continuación (Aslan) alzó la cabeza y dijo con voz sonora: – Ahora, Bree, pobre caballo orgulloso y asustado, acércate. Más cerca, hijo mío. No tengas miedo… – Aslan – repuso Bree con voz estremecida- perdona, soy estúpido. – Afortunado el caballo que se da cuenta de eso mientras aún es joven. Y también el humano”.
Crónicas de Narnia. El Caballo y el muchacho.
¿Cuántas veces somos de estos personajes? ¿Cuánto nos cuesta acercarnos a Jesús resucitado? orgullosos, asustados, acelerados, desorientados, lastimados por las crisis en las que estamos… ¿qué podemos hacer? “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados que yo los aliviaré” (Mt 11, 28). ¿Cómo volvemos a Él? “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). “El corazón le habla al corazón” decía el Cardenal Newman.
Nuestra vocación docente es primero encontrarnos con la Verdad que ha resucitado; sin este encuentro, nuestro corazón queda muerto para predicar las verdades de cada día. “Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes”(Mt 22, 32), ¡Dios está vivo! y quiere estar vivo en nosotros, en nuestras familias, en nuestras aulas. ¿Si vieran alguna de nuestras clases? ¿qué encontrarían? ¿un docente de un Dios vivo o de uno muerto?
Para formar a un joven se necesita toda una ciudad; nuestro fundador nos decía que estamos llamados a ser la ciudad del resucitado, esta es la ciudad que forma a nuestros ciudadanos. Pero ella se construye en el encuentro personal con el resucitado.
Por eso hoy le pedimos por intersección de nuestro santo patrono:
¡Enséñanos a rezar!
Necesitamos frenar, parar la marcha, buscar ese momento de silencio y descubrir que el Resucitado nos está llamando. Dios es amor (1 Jn 4, 8), y me llama en el silencio del corazón. Él quiere que recemos por nuestros alumnos, que se los deje en cada eucaristía… que nos vayamos formando como signo e instrumento de la Verdad que los hace libres, a ejemplo de santo Tomás de Aquino, que rezaba tanto como estudiaba.
¡Enséñanos a pensar!
No se trata de poseer la verdad, se trata de dejarse poseer por la Verdad. Afortunado el que se de cuenta de eso cuando aún es joven… porque la verdad no es algo que me invento, está ahí esperando a ser descubierta e interiorizada. Para resucitar como docente, le pedimos a nuestro patrono que nos enseñe a pensar. Él fue un maestro, sus escritos están llenos de preguntas y respuestas, estudiadas, profundizadas, dialogadas. Es el santo de la estudiosidad, una virtud propia de nuestra espiritualidad. Él nos invita a volver a contemplar la Verdad, como un alumno que recién empieza su peregrinar por la patria hasta Dios.
¡Enséñanos a predicar!
No solo una teoría, no solo un sentimiento… que nos ayude a predicar ese amor conocido, ese conocimiento amado. Que podamos predicar esta doctrina con nuestro obrar en nuestras casas donde están nuestros prójimos más próximos; y en nuestra casa grande que es el colegio, donde nuestras familias se encuentran con hambre y sed de Verdad, de sentido, de amistad.
A veces pedir es algo tan simple, que no lo hacemos: ¡Enséñanos a orar, a pensar, a predicar! Cuando a nuestro patrono después de una vida de docencia, al mirar la cruz de su escritorio, Jesús le habló y le dijo: – pídeme lo que quieras y te lo daré, él le respondió: – solo a ti Señor, solo a ti. En el encuentro con el resucitado, está la Vida de la oración, la Verdad de la enseñanza, el Camino de la salvación. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
Pbro. Miguel Rayón
Asesor Eclesiástico – Dirección de la Red Educativa Fasta