Hace años venimos observando que Halloween se incorpora a nuestras vidas como una fecha que parece imposible de evitar pues se superpone a nuestro calendario litúrgico, con celebraciones que no son propias. Así lo vemos en Navidad, cuando el nacimiento de Cristo queda opacado por regalos, decoraciones, renos, nieve artificial, y un gran señor vestido de rojo y denominado “Santa”, o en su versión más local, “Papá Noel”. Ni hablar con cuánta imaginación lograron convertir una fecha tan significativa como la Pascua de Resurrección en conejos y huevos de chocolate.
Halloween atrae a los niños con una premisa irresistible: disfraces y golosinas. Pero no cualquier disfraz; esta fiesta pagana no tiene nada de inocente. Brujas, fantasmas, vampiros y hasta el mismo satanás es un invitado de privilegio para recorrer las calles cuando cae el sol. ¿Pero sabemos de dónde viene esta tradición? ¿Cuál es el significado de sus máscaras de calabaza, y su relación con lo diabólico de las almas en pena? Eso opacaría toda la diversión, pero es el verdadero origen de Halloween. Una tradición celta que pretendía espantar a las almas en pena que acudían buscando cuerpos de seres vivientes para poseer, en una noche en la que el maligno tenía el camino liberado: la víspera de la celebración católica de todos los Santos. Actualmente, Halloween se ha convertido en la oportunidad de tiendas y cotillones de vender estos artículos, sin cuestionar demasiado la moda ni la inculturación de una “celebración” que nada tiene que ver con nuestras tradiciones, ni con nuestra identidad latinoamericana, argentina y católica.
Como respuesta a este fenómeno, y para crear un espacio alternativo de reflexión y auténtica celebración, desde hace poco más de 20 años, la diócesis de París se propuso celebrar “Holywins”. De esta manera, creando un nuevo anglicismo, se hace una clara alusión a la “Fiesta de todos los Santos”, con una palabra similar a “Halloween” desde la fonética, pero con un significado totalmente diferente: podría traducirse como “la Santidad triunfa”.
Esta iniciativa se ha extendido por todas las diócesis alrededor del mundo, y es el espíritu que queremos transmitir como familias a nuestros niños. Sin reprimir una realidad evidente, sino proponiendo una alternativa más coherente a nuestros ideales cristianos, con un sentido asociado al triunfo de la vida sobre la cultura de la muerte.
En esta línea, desde nuestros colegios Fasta, celebramos “Holywins” con diferentes actividades en las que redescubrimos la vida de santos ejemplares. Que con su testimonio nos inspiran a vivir el ideal de salvación que propone el Evangelio. La vida, la belleza y la virtud serán siempre nuestro ideal a seguir, para transformarnos y guiarnos en la búsqueda de nuestro propio camino a la santidad.
Te compartimos tres experiencias de ésta propuesta vividas en nuestros colegios Fasta: Juan Pablo II, José María Paz y Boisdron.
Lic. Graciela Claria Olmedo
Lic. en Arte con esp. en Pintura
Profesora del colegio Fasta Inmaculada Concepción